domingo, 3 de junio de 2018

CONVENTO CARMELITAS DESCALZAS


El día 19 de Marzo de 1906 llegaron a Cádiz once religiosas que obligadas por las “Leyes Combes” de Francia, tuvieron que abandonar el Convento del Valle de los Cónsules, de Argel. Después de habitar en varias casas de alquiler vieron una casa en el barrio de San Carlos, en la calle de San Sebastián nº 4 (en la actualidad calle Costa Rica nº 4). El día 21 de 1923 se firmaron las Escrituras ante notario sin tener dinero para pagarlas pues la Comunidad debía casi todo lo que necesitaba para el sustento diario: leche, pan, medicinas. La Madre Teresa del Niño Jesús que era la priora confiaba todo a la Providencia divina y a la intercesión poderosa de la que por entonces era beata en la Iglesia: Teresa del Niño Jesús, conocida más tarde como santa Teresita o Teresa de Lisieux. A esta santa entregó sus preocupaciones, orando ante la bella imagen que la Madre Inés de Jesús, hermana carnal de Santa Teresita, le había enviado de la santita. Sta. Teresa de Lisieux no dejó frustrada la confianza de la Madre priora porque al poco tiempo alguien trajo un sobre. Al abrirlo la Madre se encontró escrito:” De parte de la Beata Teresita”, con la cantidad exacta que se necesitaba para cubrir los gastos de las Escrituras. Una vez más el Cielo favorecía a la necesitada Comunidad.

Fue ésta una de las últimas zonas de expansión urbana de la ciudad en su búsqueda de espacios para el crecimiento. Construido por el Conde de O’Reilly, gobernador de Cádiz, en 1784. El edificio representa muy bien el tipo de construcción plurifamiliar de mediados del siglo XVIII y se encuadra en esa necesidad de aprovechar al máximo el espacio urbano, tan escaso en la ciudad. En su aspecto exterior nada indica que se está ante la entrada de un convento de clausura. Sin embargo, ya desde el zaguán se observan dependencias comunes y clásicas en la configuración tipológica de estos edificios. Así en él se localiza el típico torno y a su lado la puerta de acceso al locutorio donde las hermanas reciben y hablan a los visitantes a través de la reja.

La iglesia está formada por tres naves separadas por pilares, destacando en su interior el retablo mayor que está estructurado en dos cuerpos y una sola calle. En el primer cuerpo se sitúa un sagrario donado por la madre de la Venerable niña María del Carmen González Valerio y que fue realizado con la plata procedente de dos piezas del ajuar personal de María del Carmen González. El segundo cuerpo corresponde a algún retablo reutilizado procedente, con probabilidad, de algunos de los conventos suprimidos de la ciudad. En él figura una hornacina central donde se sitúa la imagen de la Virgen del Carmen, muy querida por las hermanas del convento y que queda flanqueada por columnas corintias con el fuste profusamente decorado. El presbiterio cuenta además con dos hornacinas con las figuras de San José a la izquierda y Santa Teresa de Jesús a la derecha.

El locutorio es pequeño y sencillo en su decoración, destacando un lienzo pintado en 1923 por Federico Godoy que representa a Santa Teresa del Niño Jesús. Este cuadro tiene una pequeña historia de imposibilidades y premuras digna de ser mencionada. Las monjas del Corpus Christi quisieron unirse con un solemne triduo a los actos de beatificación de Sor Teresa del Niño Jesús en Roma. Para ello, sus hermanas del convento de Lisieux les enviaron una imagen de Sor Teresa del Niño Jesús a la que se le impidió pasar la frontera francesa y entrar en territorio español. Las religiosas al ver que no iban a poder tenerla para los actos encargaron con urgencia al citado Godoy que les pintase un cuadro de la Santa para así disponer de una imagen que acompañara la celebración del triduo. Posteriormente llegaría la imagen, que se encuentra hoy día en el convento, siendo muy venerada por las hermanas.

Por la calle Costa Rica se accede al convento de las Carmelitas Descalzas. Una vez dentro, observamos que el convento actual está formado por tres fincas unidas y llega hasta la Plaza Argüelles. En el monasterio conviven ocho religiosas: María Dolores, Guadalupe, Carmen Teresa, Matilde, Purificación, Inmaculada, María Teresa y Elena. Se respira paz, tranquilidad y recogimiento. La casa se ha arreglado y adaptado a las necesidades de la comunidad, tal y como explica la madre superiora, María Dolores. «Hay hermanas que son mayores y para salvar los desniveles del cambio de una finca a otra tuvimos que hacer estas rampas». La priora de este convento lleva cuarenta años en él y conoce a la perfección la historia del mismo. Pasamos por los dos pequeños patios interiores y en uno de ellos llama la atención una figura que representa a un alma abrazado a una cruz y con el escudo de la orden. «Se hallaba en el cementerio de San José y se recuperó para el convento», afirma la madre María Dolores. En una planta se encuentran las celdas de las hermanas y en otra tienen los espacios de trabajo. La zona alta del edificio, la azotea, sirve a las monjas como espacio para estar al aire libre y ver el cielo y la luz del día. Es un espléndido mirador desde el que contemplan la Bahía. Allí se encuentra también el sencillo columbario. La iglesia nueva, que se inauguró en 1965, tiene su entrada principal por la Plaza de Argüelles. Las hermanas acceden a ella por el coro. De este templo es de donde sale el cortejo del Caminito cada Miércoles Santo. Las hermanas están muy unidas a esta cofradía debido también a la cercanía con la capilla de la calle Isabel la Católica.

María Teresa es una de las hermanas más jóvenes. Es de Méjico y lleva diez años en el convento. «El origen de esta orden se debe a unas monjas francesas que llegaron de Argel y también otras mejicanas por lo que en mi país está muy arraigada y por eso tenemos mucha devoción tanto a la Virgen de Guadalupe como a la de Lourdes».

El obrador en el que realizan las formas eucarísticas para toda la diócesis se encuentra donde estaba la antigua iglesia. María Teresa explica que «se trata de un trabajo en serie: un día se hacen los panes, otro se humedecen, después se cortan y por último se empaquetan». A la semana realizan unas 20.000 formas. En esta comunidad todas las hermanas colaboran y tienen asignadas sus tareas a diario. Las jóvenes ayudan a las mayores. La más veterana es Guadalupe, quien a sus noventa y cinco años y medio aún participa en el empaquetado de las formas. Desde las 6.30 horas que se levantan y hasta las once la noche la rutina de las hermanas es rezo, silencio, trabajo, estudio y oración. «Decía el Papa Benedicto XVI que las monjas de clausura somos como el pulmón de la sociedad, como un oasis de paz; es otra forma de proyectar la vida», resume María Teresa.

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